martes, 29 de marzo de 2011

ENTUSIASMA, PERO ¿EMOCIONA?


Los Miserables,  basado en la novela homónima de Victor Hugo “Les Misérables”, es sin duda uno de los musicales más famosos y longevos jamás escritos y que mayor número de representaciones ha tenido en todo el mundo.

Este musical, compuesto por el compositor Claude-Michel Schönberg y apoyado en el libreto de Alain Boublil, se estrena por primera vez en “El palacio de los deportes” de  París, en 1980. Dos años más tarde, el productor teatral, Cameron Mackintosh comenzó a trabajar en la versión  inglesa del espectáculo, reduciendo a dos actos la propuesta original de Schömberg y solicitando a éste el arreglo de algunos pasajes con el fin de crear un producto algo más comercial y apto para el público anglosajón.

El 8 de octubre de 1985 el Barbican Theatre de Londres acogió el estreno mundial de Los Miserables, estreno recibido con más entusiasmo por el público que por la crítica. A Broadway llegó algo más tarde, en 1987. Ese mismo año optó a doce premios Tony de los cuales ganó ocho, incluido el de Mejor Musical.
En 1992, el propio Cameron Mackintosh, junto a José Tamayo y Plácido Domingo, estrenó la versión castellana de Los Miserables, siendo, posiblemente, la apuesta más arriesgada hecha en nuestro país hasta la fecha. Resultó un apoteósico éxito, manteniéndose en cartel durante dos temporadas. Lástima que pudiéndo haber estado mucho más y con el teatro lleno, las tretas cutres del Sr. Tamayo indignaran al británico y éste decidiera clausurar el espectáculo de la noche a la mañana.

Casi 20 después, Mackintosh inagura una nueva versión para conmemorar el 25 aniversario del laureado musical. Mientras que en Londres se sigue representando el montaje clásico estrenado en 1985, una efectista producción concebida para giras recorre Gran Bretaña, con parada en París, y cuyo aparente objetivo es continuar su andadura por Inglaterra y Europa
Para sorpresa de todos, este nuevo montaje es traído a España de la mano de STAGE y su directora, Julia Gómez Cora. Los “nuevos” Miserables se estrenan en noviembre de 2010 por tiempo limitado, convirtiéndose en un rotundo éxito de público y crítica, con una ocupación diaria que roza el 100 %.
 
       
 
Recuerdo la primera vez que vi Los Miserables en 1991, en New York. Casi no hablaba inglés pero apenas pude pestañear durante las tres horas que duró la representación. Un día antes había estado viendo Miss Saigón, también de Schömberg. Durante una semana viví en estado de “shock” y casi sin creer lo que había visto y oído. Con esto quiero decir que Schömberg tiene la culpa de mi pasión casi desgarrada por el género. Años más tarde, volví a ver Los Miserables en Londres. Esta vez alcanzaba a entender a la perfección la trama de la historia y lloré como una magdalena al final de la representación. Las últimas veces que volví a visitar el Palace Theather, antes de que Los Miserables se mudasen al Queen´s, continué emocionándome. Siempre, a la salida del teatro,  comentaba que el paso del tiempo había hecho mella en este musical; si bien la obra no había envejecido, sí resultaba antigua en su concepto pero continuaba conservando un no sé qué que te hacía vibrar y emocionar hasta lograr sacarte la lágrima. En definitiva, tenía MAGIA.
El pasado año, el anuncio de la nueva versión de Los Miserables supervisada por Mackintosh y la idea de poderla tener en Madrid de la mano de STAGE me entusiasmó ya que conciliaba dos de mis sueños. Sin embargo, tras el estreno en el pasado mes de noviembre y 4 visitas al Lope de Vega (teatro donde se puede visionar el espectáculo) no dejo de preguntarme ¿qué tiene esta nueva producción que tanto gusta a la gente, que tantos bravos y puestas en pie arranca pero que no logra emocionarme?

En esta nueva versión, Cameron Mackintosh,  muy inteligentemente,  crea un producto cargado de pirotecnia pero carente de la MAGIA que hizo única a la producción original. Sir Mackintosh nos hace olvidar que estamos ante un producto menor, concebido para giras pero vendido a todos los efectos como una gran producción,  y ello lo logra con armas sencillas pero efectivas: elimina los sintetizadores, tan 80´s y tan del momento y recurre a la informática, engrandeciendo la orquestación y haciéndonos creer que estamos ante una gran orquesta sinfónica cuando apenas hay 8 músicos distribuidos en el foso. Prescinde de la plataforma giratoria (alma y centro del montaje clásico) y da paso a una escenografía clásica pero resolutiva, capaz de adaptarse al tamaño del teatro con simples movimientos que hacen las delicias del respetable. Todo ello, aderezado con una iluminación, eso sí,  inteligente y digna de las grandes producciones. Además, reduce la edad de los protagonistas y reúne a un elenco joven, muy joven.

Frecuentemente, los seguidores de este musical, hemos comentado entre nosotros ¿qué es lo que falla en esta nueva y maravillosa producción?. ¿Por qué gusta pero no emociona?. Tras mi última visita al Lope de Vega me di cuenta de que erróneamente, Mackintosh, en su afán por crear unos nuevos Miserables, había eliminado aquello que hizo única a esta obra, dejándola sin ALMA. La esencia y dirección de Trevor Nunn (director en 1985) no está por ningún rincón del escenario. Se dota de luz a una creación concebida para ser oscura siendo  ese tenebrismo,  precisamente,  lo que confiere el aire dramático a la historia. Se elimina la plataforma giratoria, este último, elemento escenográfico básico para el desarrollo narrativo de la obra y cargado de simbología y espectáculo que se convirtió y es hoy en día un referente inseparable de Los Miserables. Tampoco encontramos la esencia que dejó John Cameron como arreglista y director musical. En la nueva versión se acelera la partitura, en ocasiones, de manera desproporcionada y se la viste con aires pop que si bien no molestan, tampoco aportan. Hay hallazgos de esta nueva dirección incomprensibles como la sustitución de “las sillas y mesas vacías” por velas o la aparición, nada fantasmal, en el ABC Café de los muertos en las barricadas. Otros hallazgos sí resultan geniales, como el uso que dan a las pinturas de Victor Hugo como parte del decorado y perfectamente integradas a la narración, logrando momentos impresionantes imposibles de olvidar como la huída de Valjean con Marius tras la batalla o el suicidio de Javert.
Sigo pensando que Los Miserables necesitaban una revisión, y puede que incluso una restauración pero nunca una renovación, que es lo que ha sucedido con esta conmemoración del 25 aniversario. El alma de esta obra, y la obra en sí, han dejado claro que son inmortales y que, como  obra maestra que es, cuando se toca, pierde su fuerza.

Afortunadamente, y a pesar de lo dicho, Mackintosh ha hecho un excelente y más que digno trabajo, con independencia de que algunos pensemos que la nueva propuesta ha perdido emoción. Sin duda, volvemos a tener una nueva oportunidad, yo diría que una obligación, de disfrutar de una obra que incluso con cambios, sigue resultando genial y eterna. También de todo esto he sacado la siguiente conclusión y es que “no resulta  mejorable aquello que en sí ya es perfecto”.

lunes, 28 de marzo de 2011

UN MÁS QUE NOTABLE AVENUE Q

A comienzos del 2.000, Robert López y Jeff Marx desarrollaron una idea que adquirió forma  y logró estrenarse en el Off Broadway en el 2.003, dando poco después el salto al circuito de los grandes teatros en pleno centro de Manhattan y obteniendo tres premios Tony arrebatados, alguno de ellos, a la favorita y grandiosa “Wicked”. La historia recreaba la vida y miserias de varios personajes de peluche, y algunos de carne y hueso, en  un vecindario newyorquino de “cuarta”, con claros guiños a “Barrio Sésamo” siempre cargados de mala uva. Sus protagonistas eran marionetas que cantaban sobre diferentes temas de actualidad como el racismo, el porno, las drogas, la homosexualidad y hasta la política, de manera clara y obviando posturas políticamente correctas. Desde su estreno, este peculiar barrio ha dado la vuelta al mundo con gran éxito de crítica y público.
En Madrid aterrizó en septiembre de 2010 de la mano de Yllana,  con un elenco sobresaliente que ya, en las previas al estreno, demostró gran profesionalidad y saber hacer dando  vida y dotando de alma a los personajes de peluche , con voces e interpretaciones que desde hacía tiempo no se veían y escuchaban en la capital.
He de reconocer que la apuesta por este musical por parte de las productoras Smedia, Drive Entertainment, Vértigo y Trasgo me sorprendió, ya que, si bien Madrid, comienza a acostumbrarse a recibir cada año importantes producciones musicales, en esta ocasión, se recurría a un formato alternativo e innovador, nada parecido a lo que hasta ahora estábamos viendo en la cartelera madrileña y que de entrada, podría predisponer una idea equivocada de lo que realmente encerraba Avenue Q.


Sin duda, los que han pasado por el teatro se han visto positivamente sorprendidos  ya que todo lo que encontramos es de un nivel notable; desde los técnicos de sonido hasta los creadores de las marionetas. Desde los propios actores hasta los adaptadores y letristas de la versión al castellano del musical.
Desde mi punto de vista Avenue Q ha tenido un problema de base en España que ha impedido que sea el musical de "super" éxito que hubiera merecido ser.  Avenue Q nunca debió estrenarse en el teatro Nuevo Apolo. Este tipo de espectáculos, que ya han tenido una carrera internacional, deben colgar sobre las marquesinas de la Gran Vía y no en espacios fuera del circuito del género musical, circuito que parece haber encontrado su lugar en la céntrica avenida que trascurre entre la Plaza de España y Cibeles. Siendo una co-producción en la que participaba Drive Entertainment, hubiera sido más correcto trasladar “Los 40, el musical”, con un mercado ya consolidado,  al Nuevo Apolo y dejar paso y ubicar a Avenue Q en el Teatro Rialto. A Dios gracias que el “boca a boca” funcionó pero sin duda las cosas hubieran ido aún mejor de haber fijado el barrio “Q” en La Gran Vía. Y como el hombre es el único ser que tropieza dos veces con la misma piedra, vamos camino de repetir la misma historia con  el ya de por sí poco atractivo “Shrek”.
Tengo la firme intuición de que Avenue Q volverá a Madrid. Yo así lo espero y deseo. La próxima temporada promete ser espectacular en cuanto a producciones musicales se refiere. La Gran Vía lucirá con una de las mayores y mejores obras del género que en la actualidad se puede ver en el West End londinense o Broadway: El Rey León. Sin duda es motivo más que suficiente para pelear por un lugar cercano al Rey de la selva y,  con toda probabilidad,  de la taquilla. Nada hará sombra al Rey León que llega de la mano de STAGE  y de la toda poderosa Disney pero si algo tengo claro es que todos los que estén próximos a éste saldrán beneficiados por dos razones: quienes descubran por primera vez el teatro musical a través de El Rey León tendrán necesidad de más espectáculos de este formato. Quienes no puedan acceder por falta de disponibilidad de entradas buscarán las alternativas más cercanas.
El día 2 de mayo Avenue Q deja Madrid y comienza a rodar por tierras españolas. Enamorará a todos los que no pasaron por la capital y no pudieron disfrutar de esta joya. También a quienes sí lo hicieron y se quedaron con ganas de más.  Yo confío en que los rumores que me han llegado sean ciertos y que Avenue Q regrese a Madrid,  más concretamente a la Gran Vía, barrio que debería haber acogido de origen al que a mi parecer es el mejor musical de la pasada temporada.