lunes, 19 de diciembre de 2011

Un "AGOSTO" que me dejó frío



El New Yor Times definió el texto de Tracy Letts como “la nueva obra americana más apasionante que Broadway había visto en años”.  “Agosto: Condado de Osage” se estrenó en el año 2007,  en Chicago,  y posteriormente, ese mismo año en Nueva York donde permaneció hasta el 2009 con gran éxito de crítica y público. 

En breve, esta función se convirtió en un auténtico fenómeno teatral, llegando a obtener en el 2008, los reconocimientos más anhelados por cualquier autor de teatro: el Pulitzer Prize for Drama, el Tony Award for Best Play y el Drama Desk Award for Outstanding Play. A partir de entonces, esta ha sido una de las obras teatrales más representadas por el mundo.

A España llegó de la mano de Sergi Belbel, estrenándose en catalán en el Teatre Nacional de Catalunya.
En esta ocasión, es el Centro Dramático Nacional, bajo la dirección de Gerardo Vera, quien nos trae a Madrid este texto, protagonizado por un correcto elenco que, según avanza la obra, queda oculto por la sombra de las soberbias interpretaciones de Amparo Baró y Carmen Machi.

He de reconocer que no profeso gran admiración por Gerardo Vera. Nunca le he sabido "pillar el punto" y todo lo que he visto de él siempre me ha parecido gritado, soso y muy aburrido en cuanto a dirección se refiere, lo cual me choca pues Gerardo es una persona tremendamente ilustrada, con gran sentido del humor, inteligente, encantador. En cualquier caso, es cuestión de percepciones y posiblemente el problema sea mío.

Acudí al teatro tratando de aparcar mis “no” afinidades con el Sr. Vera, atraído por un texto avalado por la crítica y un elenco digno de admiración. 

Creo que leí hace unos días a Julio Bravo que, la grandeza del trabajo de Gerardo Vera estaba en que había concebido una dirección sin que ésta se notase. Aunque Julio recoge esta observación muy acertada desde un punto de vista positivo, a mi entender, ese concepto aplicado por Vera ha sido negativo. Si bien la obra  destila categoría, es de principio a fin pura fuerza y el montaje está muy bien planteado aunque sin sorpresas (es calcado al que se puede ver por el resto del mundo), me faltó alma, equidad y un recorrido lineal. A lo largo de casi 4 horas, nos encontramos con momentos grandiosos, geniales, de tremenda belleza y otros que,  aún siendo igualmente grandiosos y geniales, resultan tremendamente aburridos, poco creíbles y de escasa nobleza. Este es uno de los grandes “peros” que le encontré a la función; hay momentos magistrales, de puro teatro, de esos que te dejan clavado en la butaca, que dan paso a otros en los que la calidad cae en picado y uno tiene la sensación de haber cambiado de obra. Tal vez, la magnitud del texto, haya obligado a estructurar demasiado el trabajo de escenas y eso afectase a la naturaleza de éstas a la hora de compilar en “una” todas, quedándose destacadas unas por encima otras.


El otro gran problema de “Agosto” es la desmesura interpretativa de dos bestias de la escena. Amparo Baró y Carmen Machi descargan despiadadamente su artillería y nos dejan a todos con la boca abierta, incluyendo a sus compañeros de reparto que, aun siendo grandes actores,  junto a ellas, parecen principiantes.

Pero sin duda, lo que menos me gustó fue la adaptación que Luis García Montero ha hecho de este texto, resultando en partes una versión cargada de corrección y belleza, y en otros momentos, soez e incoherente con un estilo lineal que debería de imperar a lo largo del montaje y que brilla por su ausencia.




Pudiera dar la sensación de que “Agosto” no me gustó nada, y no es así. Creo que es una de esas funciones que no deberíamos perdernos por tratarse de uno de los textos más importantes del teatro contemporáneo, amén de que es un puro lujo poder ver sobre las tablas a Amparo Baró y Carmen Machi, sin olvidarnos de que, aunque no es mi favorito, todos los que amamos el teatro tenemos una vez más la oportunidad de disfrutar de uno de los grandes directores de la escena a nivel mundial.