Tomando como base la película de igual título, desde hace tiempo quiero hablar de Billy Elliot, uno de los mejores musicales que se han escrito en los últimos 30 años y que la suerte, me ha permitido ver en vivo, repetidas veces.
El año 2000 no solo nos trajo una psicosis
mundial y apocalíptica consecuencia del cambio de siglo. Entre otras cosas, Stephen
Daldry nos regaló una pequeña joya en forma de película, al más puro estilo “Bristish” llamada Billy Elliot, cuya historia conquistó a medio mundo. La crítica
supo valorarla y ponerla en el lugar que merecía, ganando importantes
premios y nominaciones. Mucha culpa de aquel gran resultado, residía en su
protagonista, Jamie Bell, quien supo llegar al corazón del más insensible de los espectadores.
En el 2005, se decidió convertir la película en
una obra musical, solicitando por un lado, los servicios de Sir. Elton John para ponerle
música a la historia, la ayuda de Lee Hall, guionista de la película, para la
composición de las letras, y repitiéndose, esta vez sobre las tablas, la
dirección de Stephen Daldry.
Como ya sabéis, la historia transcurre durante la durísima huelga
minera del Reino Unido de mediados de los años 80. Su protagonista, Billy, de
11 años, acude a un centro de deportes para aprender boxeo y superar así la triste
muerte de su madre, sin embargo, se siente atraído por lo que sucede en la clase
de danza, y decide, en secreto, cambiar los guantes de lucha por las zapatillas
de ballet, descubriendo entonces su amor por el baile y el deseo de convertirse
en un bailarín profesional aun a pesar de lo duro y difícil que va a ser que su
padre y hermano, entiendan sus gustos y le apoyen en la difícil lucha por
alcanzar su sueño.
Para fortuna de todos, el resultado de la adaptación teatral no pudo ser
mejor. Strephen Daldry logró una vez más, una creación sencillamente genial. No podemos obviar que este hombre procede del teatro, y del teatro puramente “puro”.
No se trata de un intruso, sino de alguien ya experimentado, que domina la
dificultad de los espacios y tiene la virtud de saber hacer poesía cuando la
materia prima es de calidad además de ser, posiblemente, uno de los mejores
directores de actores del momento, algo que ha sabido demostrar en el escenario,
con todo la cantera que componen Billy Elliot, y también en
el cine; sirva de ejemplo “Las horas” o “El Lector”, ahí es nada.
Elton John ya tenía experiencia
al respecto, pues había firmado dos de los “hits” musicales más sonados de las últimas
décadas; El Rey León y Aida. Además, la historia le venía “como anillo al dedo”
y nadie mejor que él, para poner música a esta obra y conseguir canciones tan geniales como "Expressing Yourself" o "Electricity", o momentos musicalemente hablando tan impactantes como el "Angry Dance" o el "Finale"
He tenido la gran suerte de ver Billy Elliot en dos ocasiones; ambas en
el West End londinense. Las dos veces
me han emocionado y he salido del teatro llorando e impactado por lo visto pero
sobre todo por lo vivido. Billy
Elliot no es un musical de
pirotecnia o efectos especiales, no tendría sentido, aunque hay un par de
momentos en los que, necesariamente, se recurre a ello pero sin buscar el
asombro del público. Estamos ante una obra en la que la música está integrada
perfectamente en el texto y que a su vez, parte de un guión de calidad, con
contenido.
En definitiva, estamos ante teatro, puro y duro, alejado de los
actuales convencionalismos y esquemas del musical de los últimos 30 años. Y a
pesar de lo dicho, este es para mí, uno de los musicales más espectaculares, residiendo su grandeza en la sencillez y la genialidad de muchos de
sus números (atención al número de claqué de Billy y Michael o a los saludos
finales) pero sobre todo, en el trabajo sobrehumano y el talento de todos los
niños protagonistas. Y es que amigos, este musical no es Annie. Aquí los niños bailan de verdad, y cantan de verdad. Vemos a
críos pero sus calidades artísticas son de adulto, están ya maduradas y no se
admiten errores.
Creo que Billy
Elliot triunfaría en España. El simple “boca a boca” bastaría para convertirlo
en un “blockbuster” de la Gran Vía
madrileña, en un éxito nacional, sin
embargo, y a pesar del recorrido que llevamos, teatral y musicalmente hablando
en nuestro país, pienso que aún no estamos preparados para afrontar un musical
de tales dificultades, y ello porque a día de hoy, carecemos de una cantera de
niños aptos para dar vida a Billy, con la disciplina necesaria para interpretar
y ser capaces de sostener dos horas y media de función, cantando y bailando, con números tan difíciles y duros como el "Angry Dance" , final del primer acto, o el grandioso “Electricity” del segundo.
Los ya pasados y también los actuales Billy Elliots son auténticas máquinas,
que han nacido para hacer este papel, que llevan desde los tres años estudiando
danza, canto, interpretación, pero esa cultura, aún está por llegar aquí.
Afortunadamente, a juzgar por los llenos absolutos de algunas producciones las
nuevas generaciones están creciendo y mamando la cultura teatral de tal manera
que muchos niños, a la salida de El Rey
León o de Sonrisas y Lágrimas,
querrán ser cantantes, bailarines o músicos, y llegará un momento en el que la
demanda requerirá escuelas especializadas, y una cosa llevará a la otra.
Dicho lo dicho, creo que no hace falta decir que
recomiendo este musical por encima de otros muchos. Nadie que viaje a Londres,
debería perdérselo. Es simplemente MARAVILLOSO.