miércoles, 26 de octubre de 2011

ARTE QUE CONMUEVE




Muchos son los años que han pasado desde que vi por primera vez "El Rey León" en el New Amsterdam Theatrer de Nueva York. Recuerdo que, cuando finalizó el espectáculo, impactado por la experiencia y el trabajo de Julie Taymor, comenté la imposibilidad de poder tener una función de estas características en Madrid. Y es que, si había un espectáculo que reunía todos los inconvenientes para no poder aterrizar nunca en España, ese era este. Desde entonces ha llovido mucho, y el tiempo, por fortuna, me ha quitado la razón. 

A partir de aquella primera vez, siempre que he salido fuera y tenido la oportunidad de ver "El Rey León" en otros países o lenguas, no lo he dudado un solo instante.
Cuando STAGE confirmó que su próximo proyecto iba a ser este, me pareció un gesto de valentía por parte de su directora, Julia Gómez Cora, ya que imaginé que tendría que pelear contra todos aquellos que la tacharían de suicida por tratar de poner en pie una obra faraónica en un momento álgido de crisis económica. Sin embargo, si algo he tenido siempre claro es que este título sería un rotundo éxito que marcaría “un antes y un después” en el género de nuestro país, algo que parece estar ya ocurriendo a juzgar por las más de 100.000 entradas vendidas hasta la fecha.
Desde aquel anuncio de STAGE, he seguido de cerca el desarrollo del proyecto, no pudiendo evitar los miedos en relación a si seríamos capaces de estar al nivel y vencer las dificultades que este espectáculo plantea. Tras asistir a una previa y, posteriormente tras su estreno, puedo afirmar que podemos sentirnos orgullosos de contar con un REY LEÓN a la altura del resto de producciones que en la actualidad se pueden ver en otros países.

El teatro Lope de Vega se ha engalanado para la ocasión y preparado para albergar este espectáculo. Previamente se le ha hecho un buen lavado de cara (le hacía bastante falta) y se ha adaptado el espacio a las exigencias de la obra; un nuevo patio de butacas con dos pasillos centrales, reacondicionamiento de los camerinos, back-stage, pintura y tapizado del teatro en su totalidad, nuevos asientos, iluminación, etc., etc. En definitiva, estamos ante un nuevo Lope de Vega que luce mejor que nunca y te advierte, con su nuevo aspecto, de que estamos a punto de ver algo grande.

Sentado en el patio de butacas del Lope, recordé lo que en su momento, la crítica en Nueva York afirmó de este musical: "estamos posiblemente ante los mejores primeros quince minutos de la historia de Broadway". Y esa era para mí, precisamente, la prueba de fuego; si esos 15 primeros minutos eran capaces de provocar lo que yo había vivido en otros teatros, sin duda, podríamos afirmar que la prueba estaba superada. Y así ocurrió. La prueba estaba más que SUPERADA. El número inicial fue interrumpido en 4 ocasiones por la ovación unánime del público, que contemplaba absorto lo que sucedía en la platea y el escenario. A partir de ahí, la maquinaria de relojería que es este musical, comenzó a funcionar, casi,  con la precisión de un reloj Suizo.

Musicalmente hablando, todo sonó a la perfección. Las voces, perfectamente acopladas, pusieron de manifiesto la genialidad de la partitura y transportaron al respetable a la gran sabana africana desde el minuto 0. Se debe tener presente que parte del elenco es de color, y eso se nota y se siente en los timbres tan característicos, además de aportar visualmente mayor autenticidad.

La adaptación del texto me pareció correctísima. Por fin tenemos unas letras que recogen la esencia y contenido de lo que se ha querido transmitir y decir en inglés. Si bien es cierto que queda poco de las canciones de la película, no debemos olvidar que estamos ante una adaptación teatral, que poco o nada tiene que ver con el film en cuanto a concepto y léxico, amén de que esto es teatro, y no cine, y por lo tanto, la comunicación y lenguaje con el público han de ser necesariamente diferentes. Jordi Galcerán ha hecho un buen trabajo, orquestando con naturalidad y fluidez diálogo y canciones, evitando ripios y rimas facilonas, y madurando un texto cuyo contenido podría haber caído en infantilismos innecesarios, tal y como sucedió en su día con la adaptación española de la película.

En cuanto a las diferencias con el resto de producciones, cabe indicar que son imperceptibles y sólo apreciables para los que ya han visto el espectáculo en otro país. A mi, personalmente me han parecido mínimas y me han ayudado a entender que la espectacularidad de esta obra no reside en si la “gran roca” sale o no del foso o la “sabana humana” aparece de una forma u otra. Lo importante es que esta producción tiene roca y tiene sabana, y Disney ha sabido introducir estos elementos de una manera diferente pero igualmente sorprendente y espectacular.

Mi único “pero” a esta adaptación, es haber prescindido del suelo hidráulico, que en los momentos corales, provoca la leve inclinación del escenario con el propósito de crear una mayor perspectiva de cara al público que está en la platea, y evitar la posible sensación de caos que pudiera producir un número tan elevado de artistas sobre las tablas. También, este efecto no incluido, impide que los que estén en el patio de butacas disfruten de cómo el gran lago se seca o cómo yace muerto Mufasa. Tal vez, este sea el único elemento técnico que hubiera peleado e intentado tener, aunque si bien es cierto, su ausencia, no es obstáculo para el desarrollo narrativo, ni desmerece en nada el resultado final.

En cuanto al reparto, estamos ante una torre de babel, impregnada de multiculturalidad y colores, que llenan la obra de acentos sonoros que, en mi modesta opinión, enriquecen aún más esta adaptación, acercándola a lo que se puede oír sobre el escenario en otros países.
Llegando a la cima de esa torre, nos encontramos con Daniela Pobega (Nala), que además de bella, tiene una voz penetrante y perfecta para su papel, y Carlos Rivera (Simba), con un timbre de voz dulce, y enérgico, cuando la escena así lo requiere, además de guapo y una planta notable. David Comrie interpreta a Mufasa de una manera sobria e imponente, sonando mucho mejor cuando canta que cuando interpreta, pero sonando bien en su conjunto, que es lo que cuenta.
Destacar por supuesto a Esteban Oliver, que nos presenta a un Zazu trabajado y al que ha sabido dotar de alma con sus movimientos, tonos de voz, expresiones y maneras de decir las cosas, y que ponen de manifiesto el gran actor que da vida a este toco de pico rojo.

Sería injusto no mencionar a Brenda ‘Brinzo’ Mholongo, que aunque acostumbrada al papel, nos presenta a una Rafiki de voz prodigiosa y que consigue ponerte el vello de punta cada vez que aparece en escena además de arrancar aplausos interminables.

Pero, sin duda, la guinda del pastel la aporta un grandioso Sergi Albert que aprovechando sus dotes interpretativas, su voz, sus grandes ojos azules y, secundariamente, los recursos técnicos de la obra (luces, sombras, sonidos, escenografía, etc.), nos regala un Scar diferente, fascista, sin alma, muy europeo, cargado de riesgo por su ambigüedad e interpretado prodigiosamente, logrando alcanzar momentos de cruel belleza y escenas que te las lanza con violencia y clava en la retina.
El punto tierno lo ponen los jóvenes leoncitos, que lo hacen muy pero que muy bien. Ya he visto dos repartos diferentes de críos y ambos me han encantado.

En cuanto al dúo de Timón y Pumba, no tengo nada que objetar. A mi personalmente me gustaron y me hicieron reír. Las licencias “made in spain” en este sentido es algo que no me sorprende pues se incorporan en todas las producciones, y en el caso que nos ocupa, me consta que han sido sobradamente estudiadas y probadas. Es cierto que pudieran chocar, y entendible que haya personas a quienes este aspecto no agrade lo suficiente, pero si algo puedo afirmar es que no vulgarizan la obra ni le restan valor a la misma, más si tenemos en cuenta que ambos actores, David Ávila y Albert Gracia, transmiten química y arrancan aplausos con sus ocurrencias.

Por último, lanzar un ¡BRAVO! al equipo técnico, cuerpo de baile y demás integrantes de la compañía, ya que sin ellos, nada de esto funcionaría.

Poco puedo decir que no haya dicho ya. Este es sin duda un espectáculo creativo, maravillosamente ejecutado,  apto para todos los gustos y que, al menos una vez en la vida,  deberíamos intentar disfrutar porque, sencillamante,  no hay nada igual. Y es que, en definitiva, "El Rey León" encierra y emana arte, pero de ese arte que te conmueve, que te hace  cosquillas y que se queda contigo a vivir para siempre.

 

1 comentario:

  1. Pues que te voy a decir.. 100% de acuerdo contigo en TODO.. Y ahora que escribo yo en mi blog??? jejeje.

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