lunes, 3 de octubre de 2011

LLAMA UN INSPECTOR


John Boynton Priestley, conocido como J.B. Priestley, fue un escritor, dramaturgo, locutor y activista político británico que publicó 27 novelas, entre las que destaca “The Good Companions”, y numerosas obras de teatro como “Llama un Inspector”.

Pristley, influenciado por las teorías de John William Dunne sobre los sueños premonitorios y la percepción no lineal del tiempo, escribió una serie de obras conocidas como “Time Plays” en donde plasmaba teatralmente los conceptos de Dunne y en las que la trama no seguía una línea temporal cronológica. Claro ejemplo de ello fueron Time and the Conways y I Have Been Here Before, ambas de 1937. Pero sin lugar a dudas, su obra más emblemática y con la que encandiló y sigue encandilando al público del West End Londinense es “An Inspector Calls” (Llama un Inspector) , siendo hoy por hoy, todo un clásico en las carteleras de medio mundo y una obra obligada para los amantes del teatro.

En esta ocasión, Josep Maria Pou dirige y protagoniza esta obra de intriga y suspense  que da comienzo con  una cena en la casa de la familia Birling. Se está celebrando el compromiso entre Sheila, la hija de la Sr. y Sra. Birling, y Gerald Croft. Sorpresivamente aparece el Inspector Goole. Éste les informa de que una joven se ha suicidado con un desinfectante. Con el transcurrir de la obra, se descubre que todos los integrantes de la familia, incluido el novio, tuvieron alguna relación con esa chica y que, de alguna manera, son responsables del trágico final de la joven. Tras el interrogatorio y marcha del inspector,  se dan cuenta de que no existe ningún Inspector Goole,  que ninguna joven murió en la enfermería y que todo, parece ser  una broma de un loco. Sin embargo, cuando aún celebran entre risas lo sucedido, una llamada inesperada al Sr. Birling les advierte de la inminente visita de un inspector de policía para interrogarles sobre la reciente muerte de una joven que ha ingerido un líquido corrosivo.

Pou dirige con destreza esta obra maestra y además de entretenernos, nos enseña a todos que estamos ante un texto cuya construcción formal es un prodigio de la dramaturgia contemporánea.  También consigue que la trama avance sin grietas, sin fallos, como un mecanismo de relojería perfecto al tiempo que crea un ambiente de suspense que en ningún momento eclipsa el mensaje social de la obra y que se clava en nuestras cabezas, aún mucho después de salir del teatro, y es que Pou nos tatúa sin dolor la idea de que  todos formamos parte del mismo mundo, que es sólo uno, y somos plenamente responsables de todo aquello que les pasa a las personas que se hallan en él.  
El resto de actores estuvieron a la altura. Con interpretaciones sobrias, casi de método y muy creíbles, arropados por una escenografía de calidad, imponente y alejada de elementos de tercera, de esos que huelen a cartón piedra, y que le restan calidad a la obra. También reseñar la notable iluminación y unos figurines impecables.
Tal vez el único “pero” de esta función es el teatro donde se representa; La Latina. Un teatro que, en mi modesta opinión, no está para nada a la altura de una función de esta calidad y que cuenta con un público de domingo abonado y acostumbrado al vodevil y la revista, y que deberían tener claro que Pou no es Lina, y que la obra no acaba con un desfile de vedettes bajando por una escalera.
La obra termina sus representaciones esta misma semana. Espero que regrese y que siga llenando el teatro porque se lo merece.
En lo que a mi respecta, confío en que Pou no deje de hacernos estos regalos de vez en cuando y yo continúe enamorándome de todo lo que hace y toca este señor tan GRANDE.

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