A finales de los años 50, Richard
Rodgers y Oscar Hammerstein II sucumbieron a los deseos de la por entonces,
gran estrella de Broadway, Mary Martin, adaptando para las tablas un film
alemán que contaba vida y milagros de la familia Trapp. Sin querer, compusieron
una de las partituras más geniales del teatro musical, dando nacimiento a lo
que con el paso de los años se ha convertido en uno de los clásicos del género:
“Sonrisas y lágrimas” (The Sound of Music). La obra obtuvo un rotundo éxito,
superando las 1440 funciones y ganando seis premios Tony.
Tras la muerte de Hammerstein,
la Fox, aún en “coma” por el gran batacazo de “Cleopatra”, decidió llevar al cine la obra, creando una
gran producción para todos los públicos, que huía del cartón piedra y hallaba la
grandeza del espectáculo en decorados reales y una cuidada puesta en escena dirigida por el
prestigioso Robert Wise. La consecuencia fue diez candidaturas a los premios
Oscar y cuatro Globos de Oro, ganando entre ellas, el Oscar y el Globo de oro a la mejor película.
A partir de entonces, el film se convirtió en leyenda, algo que ha marcó de por vida a
sus actores protagonistas, Julie Andrews y Christopher Plummer, y supuso
un reto difícil de superar para los directores y productores teatrales que pretendiesen
arriesgar con posterioridad, llevando el musical a su lugar de origen; el teatro.
La consolidada productora Drive
Entertainment, con el apoyo de otras mercantiles, ha apostado fuerte con una
producción importante y bonita, bajo la dirección del veterano Jaime
Azpilicueta y unos protagonistas que dan
la talla.
No soy nada “fan” de Drive y sus
horribles “jukebox” aunque le proceso respeto y reconocimiento como gran
culpable del interés despertado en las nuevas generaciones por el teatro. Sirva
de ejemplo el espanto de “Hoy No me puedo Levantar”, que incomprensiblemente, siendo
muy deficiente en todo, supo conectar con la masa. Sin embargo, tengo que
reconocer que sus escasas apuestas por el musical internacional, siempre han sido
acertadas y tratadas con mucho respeto. Lo hizo muy bien con Avenue Q (lástima
que no acertaran a la hora de ubicarlo convenientemente en el lugar adecuado y que
se merecía), y lo ha sabido hacer
con “Sonrisas y Lágrimas”. Lo único que les queda ahora, es consolidarse como
alternativa real a STAGE en cuanto a producciones internacionales se refiere,
y también aprender de ellos a la hora de cuidar el producto.
Entrando en materia, que es lo que interesa, tengo que reconocer
que la función me gustó y me sorprendió. Es difícil no “fastidiarla” pues todos
estamos muy influenciados por la película, la conocemos de memoria y es
inevitable sentarse en la butaca y no tener el film en la cabeza. Hasta la
fecha, las adaptaciones en España de musicales que han tenido su réplica en la
gran pantalla, a excepción de las que vienen firmadas por Disney y alguna que
otra avalada por una franquicia, han sido una verdadera chapuza. Basta con
recordar las cansinas y repetidas versiones de “Grease”, “Annie” o “Shrek”. Pero este no es el caso.
Jaime Azpelicueta, que es “largo”, ha sabido imponer su experiencia y buen
hacer, manteniendo los referentes del film que al público le interesan , creando
una obra distinta pero identificable que nos recuerda que ahora estamos en un
teatro,y no en el cine o frente al televisor en casa. Azpelicueta es un
maestro y ya lo ha demostrado con una carrera consolidada en el género por eso nadie
mejor que él para poner en pie este montaje.
La obra, en general es muy teatral, clásica pero es lo
que procede ya que es difícil imaginarse un “Sonrisas y Lágrimas” a lo Calixto Bieito
o Pandur. La escenografía, a cargo de Ricardo Sánchez Cuerda, es acertada y
pasa con nota las dificultades que el desarrollo de la historia impone. En
contra, y sin salirnos del tema, tengo también que decir que, aunque
escenográficamente da todo eso que tanto le gusta a la gente, a mí personalmente, los cambios faraónicos de
decorados, que suben y bajan, entran y salen, ante los ojos del respetable
público, causando asombro y admiración me parece muy pasados de moda, muy de
los ochenta, ya no toca. Por supuesto, es de justicia reconocer algunos
aciertos, destacando ese efecto de
perspectiva que busca la sensación aérea de movilidad de los personajes cuando
están en la montaña (primera aparición en escena de María y final de la obra
con toda la familia Trapp). Si logran coordinarlo siempre a la perfección, y anoche lo lograron, resulta
espectacular y arranca el aplauso.
La producción, es buena aunque los responsables deberían mirar y
aprender de la competencia, supervisando algunos detalles que restan
inmerecidamente “pomposidad” y fuerza a
la representación cuando más lo merece, en momentos muy claves. La fiesta de Gala
que se celebra en la casa del Capitán von Trapp necesita más extras, más
invitados pero sobre todo, revisar el vestuario y la peluquería de las señoras;
son auténticas madrinas de boda de provincias, con pelucas baratas de nylon mal
colocadas, muy lejos de la alta sociedad Austriaca de los años 20. Imperdonable
también el vestido de fiesta de la Baronesa Elsa Schraeder, que parece de broma
así como el resto que viste, insultantemente arrugados, cuando deberían lucir
impecables. No me detendré en los trajecitos de fiesta de las 5 niñas.
También, no sé si error de
producción o de dirección, deberían cuidar más las edades de algunas de las actrices
y los personajes que éstas interpretan. Sería necesario frenar más a las niñas
Marta Ibáñez y María Osuna, que lo hacen francamente bien pero están muy
forzadas tratando de aparentar quince años menos de los que en realidad tienen.
Cuidado porque se quedan al borde de una peligrosa delgada línea roja hacia lo
ridículo. Más pasable es el papel de Madre Abadesa, interpretado magistralmente
por Noemi Mazoy que peca de todo lo contrario ya que pudiera resultar poco
creíble que, siendo tan joven, sea una veterana y sabia Madre Superiora. En este
caso, y por la manera tan magistral de cerrar un primer acto, a Noemí se le
perdona todo pero yo haría algo por echarle años encima.
En cuanto a la música, funciona
con precisión y fuerza. A mi parecer, el sonido de la sala es mejorable pero tengo
que reconocer que la orquestación es brutal y merece todos los elogios del mundo.
La adaptación de las letras y el
texto me han gustado mucho. Se han rehecho y adaptado a los tiempos actuales,
restándole “azúcar”, haciéndolas más
maduras y conservando de manera muy inteligente sólo aquello que es un
referente, que no se debe eliminar porque todo el público espera oír.
En cuanto a los actores, tengo
que reconocer que me han gustado todos. Silvia Luchetti, guapísima, hace una
muy buena interpretación de María sin embargo aunque su voz es preciosa, tal
vez debería trabajar más la vocalización ya que puntualmente, hay momentos que canta
y no se entiende bien lo que dice. Lo mismo ocurre con las escenas de la Abadía
en las que intervienen las monjas. Se pierden muchas palabras cuando entonan.
Esto me lleva a pensar que tal vez , más que un tema de dicción, sea un problema de sonido aunque es
algo que no pasa con Carlos Hipólito al cual se le entiende todo sin mayor
esfuerzo. Por cierto, que GRANDE es este actor. Anoche repasé su curriculum y causa escalofríos. Me
emocionó y emocionó. Lo hace
maravillosamente bien y nos enamora a
todos, no sólo a María. Tiene tablas y ha trabajado con los mejores, algo que
se nota en cuanto aparece en escena.
Retomando a Noemí Mazoy, tengo
que decir que es, junto con Carlos Hipólito, la que más me impresionó. Es ella
quien tiene el honor de cerrar ambos actos; el primero con un solo (Climb Ev'ry
Mountain) que deja clavado al público en su butaca, sin aliento e impactado
mientras cae el telón; el segundo,
coralmente con un reprise
de un nuevo “Climb Ev'ry Mountain".
En cuanto al trabajo de los niños,
salvo lo comentado más arriba, la verdad es que me gustaron. Se les ve con
soltura, naturales y muy centrados , siendo muy creíbles sus
interpretaciones.
Jorge Lucas, David Castedo, Ángel
Padilla y Loreto Valverde muy bien en sus papeles. También se les nota con
tablas y en algún caso, se echa de menos oírles cantar.
Esta producción de "Sonrisas y Lágrimas" tiene magia aunque podría tener aún más si Azpelicueta revisase algunas pequeñas cosas que incomprensiblemente fallan y anulan el climax que requiere algunos momentos, generando dudas sin respuesta: Resuelve con maestría la difícil escena final del concierto de la familia Trapp y huída de Austria, sin embargo, la marcha de María de la casa, en plena fiesta de Gala, nos deja indiferentes y fríos. El momento,
musicalmente, habla por sí solo y está contándonos que algo importante va a
suceder, está sucediendo. De hecho, aunque en este montaje no sucede, es en ese instante donde se produce el fin
de acto de la primera parte, algo que pone de manifiesto la importancia de la escena. Pero por qué no sale María por la puerta principal de la casa? . Por qué el director decide que la escena no vaya en sintonía con la música y deja marchar a la monja como si ésta se fuera a dormir a su cuarto?.
Podría continuar planteando más cuestiones y dudas. Ello no significa que la obra no me haya gustado. Todo lo contrario, me encantó, pero me gustaría que me "encantase" todavía más. No quiero destripar algo que francamente, es muy pero que muy recomendable.
Este
musical será perfecto en cuanto haya rodado un mes y medio en la capital. Mejor
aún si pulen algunos detalles de producción y dirección. Sé que lleva un año de
gira y que eso forzosamente ha servido para dotar al montaje de solidez sin
embargo, tengo la sensación de que el musical
de la gira era uno y el que está en Madrid es otro diferente, que debe partir
de 0 para convertirse en una producción sobresaliente; el notable ya lo tienen.
Por mi parte, tengo claro que volveré
a repetir . A pesar de los "peros", que no son más que meras observaciones, logró emocionarme.
Espero que el teatro se mantenga
lleno, como ayer, durante muchos meses; el espectáculo lo merece y se merece estar donde está,
en la Gran Vía, compitiendo de forma más que digna con "El Rey León”.
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